El virus Corona, ahora oficialmente denominado COVID-19, ha recorrido el mundo infectando a decenas de miles de personas y matando a más de 2.000, principalmente en China. Muchos países han cerrado sus fronteras a los viajeros chinos, y las compañías aéreas han reducido o cerrado vuelos y limitado rutas. Los puntos de tránsito de Asia (estaciones de tren, autobuses y aeropuertos) han visto cómo se reducía el tráfico, y algunos estaban casi desiertos. El impacto del virus en la economía mundial aún no se conoce en su totalidad.
Impulsado por una clase media en expansión tanto en riqueza como en tamaño, el mercado turístico chino fue testigo de un crecimiento asombroso en las últimas dos décadas. Los viajes emisores desde China, según la OMT, pasaron de 4,5 millones en 2000 a 150 millones en 2018.
Estos viajeros se han convertido en su propia fuerza económica, con un gasto de 277.000 millones de dólares, y muchos países los acogen con entusiasmo.
Los 10 principales destinos de los visitantes chinos el año pasado se encontraban en Asia, según el Instituto de Investigación del Turismo Emisor Chino.
Pero ahora, con el COVID-19 restringiendo drásticamente los viajes en toda la región, los analistas y los gobiernos de los países que dependen en gran medida de los visitantes chinos están rebajando sus previsiones. Se han cancelado más de 40.000 reservas hoteleras en la isla indonesia de Bali, y el brote podría restar hasta 0,3 puntos porcentuales al crecimiento del PIB del país.
Se prevé que Vietnam y Tailandia pierdan miles de millones de dólares en gastos turísticos. En la ciudad tailandesa de Chiang Mai, la situación es un “caos total”, y las agencias de viajes y los hoteles se afanan por reprogramar y cobrar los pagos de los grupos turísticos cancelados. Los casinos de Macao, la capital mundial del juego, siguen cerrados.