“Deberíamos deportar a esta gente”, se indignó un habitante de Bali tras presenciar lo impensable.
Una escena caótica en la que un turista enfurecido salta de su motocicleta y carga contra los lugareños después de que la carretera hubiera sido bloqueada por motivos religiosos.
Bali, la isla paradisíaca de Indonesia, es desde hace tiempo un destino popular para los visitantes que buscan magníficas vistas, una cultura colorida y una hospitalidad amable. Sin embargo, el rápido crecimiento del turismo ha tenido repercusiones no deseadas, como incidentes de comportamiento desordenado, degradación medioambiental e insensibilidad cultural.
Ante el aumento de casos de comportamiento irrespetuoso contra los lugareños, las autoridades de Bali han instado a una mayor apertura en la aplicación de una nueva tasa turística. La tasa propuesta, cuyo objetivo es reducir el comportamiento indeseable de los turistas y promover prácticas turísticas sostenibles, ha suscitado reacciones contradictorias tanto entre los funcionarios del gobierno como entre los críticos.
La idea de la tasa ha desatado la polémica entre quienes la consideran una medida esencial para conservar la belleza natural y el legado cultural de Bali y quienes desconfían de las intenciones del gobierno y están preocupados por el posible mal uso de los fondos recaudados.
Las autoridades de Bali, como su Gobernador, Wayan Koster, quieren lograr un delicado equilibrio, pues reconocen la importante contribución del turismo a su economía y, al mismo tiempo, la imperiosa necesidad de “proteger la gloria de la cultura balinesa” y el medio ambiente exigiendo responsabilidades a los turistas.

Sin embargo, los detractores, incluidos algunos activistas locales y grupos de vigilancia turística, siguen mostrándose escépticos sobre la asignación de los ingresos fiscales. Se preguntan si los fondos se utilizarán realmente para resolver los problemas o si desaparecerán en canales opacos, beneficiando sólo a unos pocos. Otros cuestionan por completo la idea de un impuesto, temiendo que hunda una economía turística ya tambaleante por las tormentas de Covid.
“Deberíamos aceptarlos a todos, siempre que conozcan y obedezcan lo que se debe y no se debe hacer”, afirma Komang Artana, vicepresidente de la Asociación de Directores Generales de Hoteles de Indonesia en Bali.
El impulso a la transparencia en el gasto de las tasas turísticas pretende aliviar estos temores y restablecer la confianza del público. Los funcionarios de Bali deben ser transparentes y rendir cuentas sobre cómo se gasta el dinero para implantar prácticas turísticas sostenibles, ayudar a la población local y llevar a cabo programas que alivien el impacto perjudicial del turismo de masas.
Bali ya ha tomado medidas importantes para hacer frente a las dificultades que plantea el turismo descontrolado, como limitar la expansión hotelera y apoyar actividades respetuosas con el medio ambiente.
Sin embargo, la imposición de la tasa turística tiene el potencial de cambiar las reglas del juego en la búsqueda de una economía turística más equilibrada y responsable.
Además de la tasa turística prevista, las autoridades de Bali buscan formas innovadoras de promover el turismo sostenible. Una de ellas consiste en cooperar con empresas locales y organizaciones no gubernamentales para desarrollar una completa campaña educativa dirigida a los turistas. Esta campaña pretende motivar a los visitantes para que sean viajeros corteses y responsables, dejando sólo huellas de admiración y gratitud, mediante el conocimiento de la cultura, las costumbres y la vulnerable naturaleza distintivas de Bali. Bali aspira a seguir atrayendo turistas al tiempo que protege su belleza natural y su patrimonio cultural para las generaciones futuras empleando métodos tan diversificados.
Mientras la polémica arrecia, la atención del mundo se vuelve hacia Bali, ansioso por ver cómo se desarrolla este experimento de impuesto turístico y si encontrará el equilibrio adecuado entre crecimiento económico y protección del medio ambiente.