En todo el mundo, desde las playas de Bali hasta las bulliciosas calles de Barcelona, el nomadismo digital está cambiando el panorama del trabajo y los viajes. Esta tendencia, que combina el trabajo a distancia con los viajes por todo el mundo, ha salido de la oscuridad para convertirse en el centro de atención.
Tras la pandemia, el número de nómadas digitales se ha disparado un 131%, pero con este crecimiento también ha llegado un número significativo de críticos, que se refieren a este fenómeno como una forma moderna de colonialismo. En los lugares abrumados por los nómadas digitales, por ejemplo, hay un cambio notable, de las lenguas indígenas al inglés. Los nómadas digitales también suelen aprovechar la ventaja de vivir en un lugar con un coste de vida más bajo mientras ganan dinero en un lugar con una economía más fuerte, lo que puede hacer subir los precios de los alquileres locales y obligar a los residentes a alejarse de los centros urbanos.
Más allá de la superficie, sin embargo, es crucial tener en cuenta otros factores que contribuyen. Numerosos países atraen ahora activamente a la comunidad de nómadas digitales con ventajas fiscales y visados especializados. Estas estrategias gubernamentales, destinadas a atraer a un grupo demográfico global, suelen dar prioridad a las necesidades de los nómadas digitales frente a las de los ciudadanos locales. Esto es evidente en ciudades como Lisboa y Barcelona, donde la afluencia de turistas y nómadas ha puesto a prueba el mercado local de la vivienda y ha saturado los espacios públicos. Los habitantes de Ciudad de México y Chiang Mai también han expresado su preocupación por el aumento del coste de la vida y la dilución cultural debido al incremento de nómadas digitales.
El impacto del nomadismo digital varía en función del contexto histórico, económico y cultural. Estudios recientes, por ejemplo, como los realizados por Olga Hannonen en Gran Canaria, revelan una recepción local generalmente positiva hacia los nómadas digitales, percibidos como una bendición para la economía y el entorno social. Estos nómadas suelen frecuentar los cafés y restaurantes locales, que hacen las veces de lugares de trabajo y fomentan la interacción con los residentes.
Sin embargo, no es una experiencia universal. Las interacciones en Bali entre la población local y los nómadas, tal y como analiza Shaun Busuttil, se limitan sobre todo a transacciones comerciales. La segregación no obedece a políticas, sino a disparidades económicas. Por ejemplo, los nómadas digitales pueden gastar la mitad de su salario diario balinés en una taza de café especial.
La brecha cultural y económica no se limita a Bali y Gran Canaria. En otras partes del Sur Global se observan pautas similares, donde los locales suelen trabajar sólo como personal de servicio en establecimientos que atienden a clientela extranjera. Esta situación contrasta con la posibilidad de una integración más fluida en contextos europeos, donde los antecedentes culturales compartidos facilitan las interacciones.
Además, los casos de comportamiento inapropiado por parte de turistas en Bali han provocado una recepción desigual de los extranjeros, lo que repercute en la percepción de los nómadas digitales. Su presencia, aunque beneficiosa económicamente, a veces choca con las normas culturales locales, lo que provoca reacciones negativas por parte de la comunidad local..
Las variadas respuestas en todo el mundo subrayan la importancia de tener en cuenta el contexto local a la hora de comprender la dinámica entre los nómadas digitales y las comunidades de acogida. El aumento es realmente un arma de doble filo, que ofrece beneficios a la economía local al tiempo que plantea desafíos a las culturas y economías locales.
(Fuente: pursuit.unimelb.edu.au por Shaun Busuttil)