El espectáculo de lava de Islandia atrae a los visitantes

El espectáculo de lava de Islandia atrae a los visitantes

En un oscuro auditorio de Reikiavik, una burbujeante lava naranja fluye por un tobogán hasta quedar a escasos centímetros de los asombrados visitantes. Esta corriente de lava fundida, contenida a ambos lados por arena negra, ilumina la sala como un amanecer.

Este es el Espectáculo de Lava, la última atracción turística de Islandia, que utiliza lava recalentada de una erupción real del volcán Katla de la isla hace más de 100 años.

El calor que emana de la roca fundida es tangible, tanto que algunos de los espectadores se remueven en sus asientos para quitarse los abrigos.

“Este es el espectáculo en el que puedes ver lava fundida de verdad fluyendo dentro de un edificio, intencionadamente”, bromea el presentador escocés del Lava Show, Iain MacKinnon.

El líquido fundido chisporroteaba al chocar contra bloques de hielo, y al enfriarse crepitaba como el sonido de un cristal al romperse.

“Fue realmente hermoso”, dijo a la AFP Jasmine Luong, una turista australiana de 28 años de Melbourne.

Entiendo por qué mucha gente se siente atraída por una erupción, pero obviamente no podrías acercarte a ella en un entorno natural normal”, añadió.

“Esto es mucho más seguro”. Existe el mismo “efecto sorpresa” que la gente siente en el lugar de una erupción, dijo MacKinnon.

Cientos de miles de curiosos han acudido en masa a contemplar los hipnotizantes chorros de lava del monte Fagradalsfjall, en Islandia, tras las dos erupciones registradas el año pasado a sólo 40 kilómetros (25 millas) de Reikiavik.

Pero no todas las erupciones islandesas son seguras. Aunque la lava utilizada en el espectáculo conserva una pizca de azufre, los peligrosos gases tóxicos que normalmente emanan de una erupción se han disipado, ya que la roca se ha recalentado y fundido tantas veces.

En el espectáculo de lava se utilizan más de 600 kilos de tefra, las rocas expulsadas por el Katla, uno de los volcanes más peligrosos de Islandia, cuando entró en erupción por última vez en 1918.

“La calentamos hasta su punto de fusión, que ronda los 1.100 grados Celsius (2.000 Fahrenheit), y luego la vertemos en la sala”, explica Julius Jonsson, fundador del espectáculo.

En una sala contigua se ha modificado un gran horno para adaptarlo a las necesidades de la exposición.