
Cada año, millones de personas cruzan las fronteras para someterse a tratamientos médicos que no están disponibles en su país de origen o son demasiado caros.
Para muchos, se trata de un último recurso para aliviar el dolor de una enfermedad debilitante o desafiar un diagnóstico terminal; para otros, los objetivos son puramente estéticos. Pero en los últimos años ha surgido un nuevo tipo de “turista médico”: el que busca prolongar radicalmente su vida.
Hay más personas mayores que nunca, y más personas en busca de longevidad. En el Reino Unido, las personas mayores de 65 años representaban el 19% de la población en 2019, un salto del 23% desde 2009, en un periodo en el que la población total solo aumentó un 7%.
Y los recientes avances en la ciencia del envejecimiento les han dado esperanzas de que, después de todo, no tengan que irse tan suavemente a esa buena noche.
Sin embargo, aunque la ciencia ha logrado avances prometedores en el estudio de las causas y consecuencias del envejecimiento, aún queda mucho camino por recorrer para encontrar soluciones reales.
En ese vacío entre la oferta y la demanda, multitud de estafadores y timadores están dispuestos a aprovecharse de cualquiera lo bastante crédulo como para creer que puede pagar un poco más por unos cuantos años más entre los vivos.
Muchos ofrecen sus servicios en el extranjero, en países donde la regulación es ligera.
Desde que el abaratamiento de los viajes aéreos disparó su popularidad, el turismo médico ha dado lugar a un flujo constante de historias de terror, desde operaciones de nariz chapuceras y sonrisas rotas hasta un buen número de muertes.
A pesar de ello, sigue siendo una industria gigantesca. Según Patients Beyond Borders, el mercado mundial del turismo médico tenía un valor de entre 74.000 y 92.000 millones de dólares (entre 59.000 y 73.000 millones de libras) en 2019.
Un ejemplo destacado son las terapias con células madre, tratamientos regenerativos cuyo objetivo es utilizar las células básicas del cuerpo para rejuvenecer y reparar los daños causados por enfermedades o deterioro, un área de investigación con mucho potencial pero relativamente pocos tratamientos establecidos y aprobados disponibles para los pacientes.
Sin embargo, los efectos potenciales, en la mayoría de los casos exagerados o infundados, atraen a los desesperados a viajar lejos en busca de tratamientos, a veces de profesionales de mala reputación.
Según un estudio publicado el año pasado, los principales países emisores de células madre son Estados Unidos, China, India, Tailandia y México.
El mismo informe afirma que las tecnologías de células madre se asocian a menudo con expectativas infladas sobre su potencial terapéutico.
Las terapias con células madre no son las únicas ofertas antienvejecimiento que atraen a la gente al extranjero para recibir tratamiento. En una situación similar se encuentra el campo naciente de las terapias génicas, en el que investigaciones prometedoras aún no se han traducido en intervenciones accesibles.
En algunos casos, los pacientes ni siquiera necesitan volar al extranjero para acceder a fármacos que tienen el potencial de hacerles vivir más tiempo.
El turismo médico presenta claros peligros. Los pacientes pueden no encontrar el mismo nivel de atención al que están acostumbrados en su país, y es más difícil establecer que el médico o la clínica son legítimos.
Los pacientes también pueden sufrir efectos secundarios si vuelan a casa demasiado pronto después de un procedimiento; las barreras de comunicación también pueden causar problemas.
Para alguien que busca un tratamiento que no puede permitirse en casa o una cura no aprobada de última hora para una enfermedad mortal, merece la pena correr estos riesgos.
Pero para las personas que sólo buscan mejorar sus posibilidades de prolongar radicalmente su vida, la apuesta es mucho mayor, sobre todo cuando no hay pruebas de que ninguna intervención médica pueda funcionar.
En el mejor de los casos, se van con la cartera más ligera. En el peor, su búsqueda de una vida un poco más larga se ve irónicamente truncada.